Bahía Camarones suspendió sus actividades diarias hasta nuevo aviso, debido a que la planta no tiene agua potable. Frente al inoportuno, los directivos empresariales gestionaron ante las autoridades del municipio local la posibilidad de abastecimiento del recurso a través de mecanismos viables, aunque las respuestas fueron insatisfactorias.
La empresa es una de las promotoras de empleo genuino en la pequeña localidad del sur chubutense, que además de la pesca, depende la agricultura, el turismo y la administración pública. La realidad es que producto de la pandemia varias de las actividades fueron perjudicadas, salvo las funciones estatales.
La escasez del suministro de agua generó un inconveniente gravoso en la planta: los socios empresariales resolvieron suspender la actividad diaria por tiempo indefinido, hasta que se subsane el atolladero.
El municipio, de acuerdo a la información a la que accedió Cinco Claves, sólo habría dispuesto de 2 mil litros de agua para la planta, una cantidad que consume una vivienda en pocas horas. Resulta algo poco coherente y hasta incongruente por parte de las autoridades de la intendencia.
La pesquera no puede operar, y de la actividad dependen varias familias. Es sin dudas un prejuicio, pero al parecer, la intendente Claudia Loyola carece de sentido común y “no atiende fuera del municipio. No quiere que la molesten en su casa”, habrían señalado a este medio.
Loyola es intendente de 7 a 13, después dedica el tiempo a sus cercanos; no está mal -en definitiva es humana-, pero las necesidades de la comunidad no conocen tiempos.
La rotura de uno de los acueductos que abastecen al pueblo impide la llegada con normalidad del agua. Solo se habilita el abastecimiento residencial de 10 a 17, después a esperar al día siguiente la salida del sol.
La pesquera también sufre los contagios por COVID-19, sin embargo podría seguir operando a partir de la rotación de los turnos, pero no tiene agua. La empresa estima que en los próximos días podrá funcionar, aunque no tiene asegurado el oro.