Sin convocar a elecciones barriales, Maderna reconoció a los nuevos dirigentes vecinales

En un acto simulado “Día del Vecinalismo”, el intendente de Trelew Adrián Maderna reconoció la legitimidad de las nuevas comisiones directivas de algunos barrios de la ciudad, cuyas autoridades fueron bendecidas con el dedo amistoso de la presente gestión municipal.

Hace 11 años -aproximadamente-, el municipio no convoca a elecciones barriales. Y es responsabilidad de los últimos gobiernos locales en demorar injustificadamente un proceso que debería adoptarse con naturalidad. Significa además suministrar oxígeno a comisiones que se desgastan con el paso del tiempo; una condición aceptada.

Es loable la tarea que ejecutan los dirigentes vecinales en las ciudades, pero también es cierto que bajo un sistema democrático y participativo las autoridades en cada sector deben ser seleccionadas mediante el voto ciudadano. En los barrios de Trelew esa práctica se suprimió y quedó supeditada al mandamiento dictatorial del Ejecutivo.

La situación es grave. No legitimar las autoridades vecinalistas limita la planificación y la capacidad de acción social en cada barrio. Impide la ejecución de proyectos y el armado de políticas de contención; un estadío incluso contraproducente para quienes administran el poder transitorio en el municipio.

Al parecer, poco importa al intendente Maderna (también a su predecesor, Máximo Pérez Catán), regularizar cada núcleo que conforma el tejido social de la ciudad. El último mandatario que convocó a elecciones barriales fue Gustavo Mac Karthy, en 2008-2009; y no todas las asociaciones pudieron elegir a sus representantes, fue un comicio parcial.

El interrogante es ¿a qué se teme? ¿perder el poder absoluto? Hubo una transformación. Ese cambio implicó una degradación en las prácticas democráticas: el Estado sostiene el control con punteros, dirigente a fines que garantizar la gobernabilidad. Tal vez, lidiar con representantes sindicales opositores sea dificultoso, pero en democracia se gobierna con consensos. Y quien no es capaz, opta por dirigir con el dedo índice.

Imposible es construir una ciudad cuando existen vecinales acéfalas. O conducciones que poco toleran la sugerencia del vecino. Habrá que repensar métodos de participación lícita, porque es complejo gobernar una ciudad desconociendo núcleos duros de conflicto social.

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