La Unión Cívica Radical celebró una nueva Convención Provincial para renovar autoridades. Y la participación de los convencionales -más allá de la distancia virtual impuesta por el coronavirus-, fue “récord”, exclamó la presidente del partido, Jacqueline Caminoa.
Recuperar la identidad y la confianza como alternativa electoral se construye, justamente, desde la participación. El debate activo y respetuoso despierta el entusiasmo masivo; es un paso hacia adelante. Consensos para superar las diferencias que por décadas desintegraron una estructura partidaria de más de 100 años. Tal vez algunos no dimensionaron el instrumento democrático que representa la UCR, y negociaron la entrega del sello por un insano egoísmo. Es aprendizaje.
El radicalismo conserva algunas costumbres fundacionales, pero el período moderno lo obligó a reconvertirse y adoptar criterios socioculturales que transformaron su percepción argumentativa. Mantiene principios ideológicos, pero confluye con postulados contemporáneos permitiéndose amplitud.
La variante perceptiva de una realidad que muta con dinamismo -e incorpora hábitos-, obliga a estructuras con historia a adquirir nuevas formas para persistir en la sociedad y evitar la marginalidad en el sistema.
La UCR, en el último tiempo y con una conducción partidaria amistosa de las reversiones sociales, asimiló el impacto de esos cambios y propició la participación de militantes y dirigentes respetando esos procesos. Y es tal vez lo que despertó el interés colectivo de los afiliados.
Una estructura fresca, tolerante a las disidencias, dispuesta a los consensos demorados. El radicalismo, más allá del acto democrático celebrado este sábado, adula la participación nutrida de los convencionales. Quizás signifique la reconstrucción de una institución que transitó distintos procesos cívicos, y se repuso a las adversidades políticas.